¿Siempre te has definido como una persona trabajadora y ahora que, por fin, tendrías que estar disfrutando de la jubilación entras en crisis? ¿Ser madre es parte de tu identidad y cuando tus hijos/as “abandonan el nido” te invade un profundo vacío? ¿Tener pareja para ti era algo fundamental y ahora que te estás divorciando te encuentras perdido?
Son muchas las personas que llegan a la consulta en plena crisis existencial. Personas que tenían muy claro quiénes eran, pero que se sienten completamente perdidas fruto de la sacudida de los cambios de la vida.
La identidad la construimos en base a unos roles que consideramos valiosos y con los que nos sentimos identificados como ser padre, ingeniera o deportista. ¿Pero qué ocurre cuando no puedes ejercer más esos roles? ¿Cuándo ya no encajas en estos parámetros?
Esto no quiere decir que no sea importante saber quiénes somos, de hecho es fundamental para el buen desarrollo de la autoestima y para alcanzar una vida plena. Pero además de saber quién somos, debemos de saber que podemos ser de muchas otras maneras.
¿Y tú sabes quién eres? Te invito a preguntarte:¿Quién soy? Tómate un tiempo para encontrar dentro de ti las respuestas. Puedes hacer una lista de adjetivos, habilidades y peculiaridades con las que te sientas identificada.
Difícil ¿verdad? Seguramente te haya costado, puede que te hayas quedado en blanco o que hayas hecho una lista infinita de adjetivos. Puede que algunos sean aparentemente contradictorios, unos te gusten más que otros, algunos te costará reconocer. Y puede que alguno con el que te identificabas antes ahora ya no te sirva.
Es normal, conocerse lleva toda una vida y siempre habrá una parte que se quede en la sombra y que jamás conozcamos. Eso es lo bonito, irnos descubriendo cada día.
Definir quién eres es enriquecedor. Las personas que saben quién son se muestran fuertes y seguras. Y esto no se debe a su forma de ser sino al propio proceso de conocerse, porque conocerse es aceptarte a ti misma tal y como eres. Y no hay nadie más fuerte y seguro que aquel que se ama.
El peligro de saber quién eres es caer en el error de pensar que esa definición es algo inamovible y que te servirá indefinidamente a lo largo del tiempo. Lamento decirte que no. Me temo que te tocará hacer este ejercicio de papel y boli con frecuencia, somos seres en movimiento y en continuo cambio. Como bien decía Heráclito: “Todo fluye y nada permanece”.
La rigidez, como en muchos ámbitos de nuestra vida puede ser perjudicial. Si te defines como un ser con unas características fijas e inamovibles que se mantienen a lo largo del tiempo, pierdes la posibilidad de reinventarte y de atreverte a ser alguien diferente, atreverte a experimentar.
“Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos” Viktor Frakl.
Tener la mente abierta y estar dispuesta a reinventarte te permitirá adaptarte a nuevas situaciones. Si te definías como trabajadora, al llegar la jubilación no entrarás en crisis porque podrás ser otras muchas cosas. Si trabajas en la construcción y no hay movimiento en ese sector, podrás reinventarte y reconvertirte a otro oficio. Si te lesionas gustándote mucho el deporte, podrás experimentar con el arte, por ejemplo. Conocerte a ti misma es uno de los mejores regalos que puedes hacerte. Se consciente y flexible. Cada día es una oportunidad para conocer una nueva parte de ti y reinventarte.
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